Lo que parece en todo este asunto de Wikileaks es que algún (o tal vez más de uno) empleado descontento de la administración estadounidense ha recopilado unos cuantos papelajos de nada y se los ha hecho llegar a estas personas que trabajan (o trabajaban) en la web Wikileaks. El ministerio de exteriores australiano no se ha cortado y así se lo ha dejado caer al gobierno Obama (oscuro papel el suyo condenando los hechos). Las filtraciones son, en general, como para asustarse. No tanto por el contenido, que a estas alturas de la historia creo incapaz de causar asombro, sino más bien por la forma. Qué vulgaridad. Qué expresiones y juicios tan pobres y qué poco despiadados. Más bien parecen chismorreos de patio de luces: "Oye qué te parece lo del hijo de la Paqui...". Resulta casi inverosímil. Y las valoraciones de personajes y dirigentes políticos varios van por la misma senda: "Parece un poco lerdo...y además no te mira a los ojos...". Es tan triste que da risa. Lo lamentable es que esos papeles conforman la documentación "de diario" de los empleados de una administración de uno de los países más poderosos del universo. Los que tienen el poder suficiente como para teñirte el pelo mientras duermes y que no te enteres, o como para fabricar gobiernos o eliminarlos, o crear revoluciones de colores...
Por otro lado al tal Assange van y le fabrican una emboscada judicial de las de película de espías de toda la vida. Por niño malo y caprichoso, habrán pensado los cerebros. Colgarle agresiones sexuales. Cualquiera que en su vida haya visto más de 10 películas y leído más de 5 novelas ve el montaje a la legua. Qué lástima. Qué poco profesional. Estos sucesos son los que llevan a exclamar que realmente "estamos en manos de Dios".
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