Este año 2010 se termina. Gracias Señor. Te alabamos, Señor. Y nos ha dejado en el zurrón, la muerte de J.D. Sallinger. El celebérrimo autor de "El guardián entre el centeno". Como indicaban los cánones (antes, ahora ya no) me leí esa obra en mi ridícula adolescencia (ahí, en el medio). Me causó una gran impresión, y simplemente me lo pasé muy bien leyéndola (o devorándola). Me entusiasmó. La leí sin apenas hacer una pausa. ¿Quién no quería, a mi edad y en aquel momento, ser como aquel protagonista?
Con los años, la novela quedó en el cajón de mis recuerdos memorables, que es un cajón muy recio y nada metafórico. Hasta hace unos años en que comencé a leerla de nuevo y...me detuve. Por miedo. No quería defraudar aquello que en mi pasado figuraba como una tal experiencia memorable. Sin embargo, he leído ya con mis "treinta y tantos" los "Nueve cuentos" del mismo autor, y la fascinación ha vuelto. Sin conocer toda la literatura cuentista de nuestra historia humana, como cualquiera de vosotros, me atrevería a decir que son algunos de los mejores cuentos, casi todos ellos, que haya leído en mi vida. Es difícil encontrar parangón alguno. Sencillamente son sublimes. Limpios, metódicos, didácticos, atrayentes, seductores, sinuosos, demoledores.
Salvando las distancias, qué no decir, para creo que bastantes seres humanos de mi generación, sobre la película "Los Goonies" (al hilo de lo dicho sobre el paso del tiempo y la novela de Sallinger). Grabada a fuego en el cerebro y en las venas. Eran otros tiempos, ya lo creo. Lo que me dio lástima fue verla transcurridos años. Lo bastante mal que ha envejecido la película (siempre entrañable) y lo peor aún que he envejecido yo.
Y como cierre, la frase, de una malicia obstinada y desfachatez profundas, del actual ministro de industria, Miguel Sebastián. Desde luego es de un político de "bajura". Frase en la que, sobre la subida de nuestro recibo eléctrico (9.8%), el tipo se larga un suelto: "Es poco más que un café al mes". No me gusta la desfachatez y no me gusta la arrogancia. Me parece un insulto, una infamia, decir algo así en este momento económico y social.
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